Para saber qué son objetos de conservación, debemos
conocer primero los conceptos de escala de biodiversidad y escala geográfica. El
primero, se refiere a los diferentes niveles de organización de la diversidad biológica
(genes, especies, comunidades, ecosistemas y paisajes). El segundo, nos remite al espacio terrestre o
marino, en donde podemos encontrar esa biodiversidad (metros cuadrados,
hectáreas, tramo de un río o toda una cuenca) (1)
En las diferentes escalas, la naturaleza nos
ofrece elementos específicos que son valiosos por su rareza o su escasez debido
a la presión humana. Existen además,
componentes del ecosistema que son esenciales para el funcionamiento de ciertos
ciclos o procesos naturales. Encontramos también especies con un estricto
requerimiento de hábitat, como áreas más grandes y mejor conservadas para
desarrollarse, en consecuencia, ellas constituyen una garantía o referente de
conservación para otras especies, que conforman una comunidad completa de seres
vivos. (2)
Dependiendo de la escala con la
que se trabaje, los objetos de conservación pueden ser sistemas ecológicos,
comunidades naturales o especies focales representativas de la biodiversidad
que se pueden monitorizar a través de sus cambios, y orientan nuestros
esfuerzos para su adecuada gestión.
Una especie amenazada, una
especie endémica de un territorio pequeño, una cabecera de cuenca, algunos
humedales que regulan el ciclo hidrológico califican como objetos de
conservación. Del mismo modo, los
servicios ecosistémicos[1]
que provee un área particular pueden ser objetos de conservación. (3)
Identificar estos objetos nos
permite diagnosticar más fácilmente las principales amenazas, sus causas y los factores
que actúan sobre ellos. Nos ayuda, además, a definir las tareas más eficaces para
su protección y conservación. Estas
acciones se convierten de facto en medidas de planificación territorial al
definir prioridades y formas de uso de la tierra.
Entre 2006 y 2008, se realizó en
el país una investigación, conocida como Análisis de Vacíos de
Representación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP),
para determinar si la biodiversidad estaba debidamente representada y
conservada dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP). (4) Los resultados indican que para el componente
terrestre, el 75% de los objetos de conservación analizados estaban mínimamente
representados o ausentes. (5)
De
37 especies de flora consideradas por el estudio, 10 (27%) no habían sido
reportadas dentro del SINAP a la fecha de presentación de los resultados. Por
otro lado, de las 211 especies de animales contempladas, 34 (17%) tampoco habían
sido reportadas dentro del SINAP. (5)
Para
el componente acuático, el estudio reconoce que las áreas seleccionadas
garantizan la preservación de las zonas productoras de agua y se puntúan por
encima de las metas de representatividad establecidas. Aunque hay zonas como la
Cordillera Septentrional, el Baoruco Oriental y la Llanura Costera del Este que
demandan una mayor atención y medidas especiales para su conservación. (5)
Con
respecto al componente costero marino, de un total de 10 ecosistemas
seleccionados para el estudio, 7 sobrepasaban la meta establecida para su
representación dentro del SINAP. No
obstante, los humedales y los estuarios estaban poco representados y algunas
zonas requerían medidas especiales de vigilancia. Adicionalmente, se observaba un
déficit de representación biológica, donde 4 de los 6 objetos seleccionados
presentaban vacíos y todas son especies amenazadas y en estado crítico de
extinción. (4)
La
contundencia de estos resultados fue tal que en 2009, el Ministerio de Medio
Ambiente y Recursos Naturales motivó la creación, mediante decreto del Poder
Ejecutivo (6), de 32 nuevas áreas
protegidas en diferentes categorías de manejo y zonas geográficas del país. La
reestructuración del SINAP basada en la rápida tramitación del organismo rector
aumentó a un 26,5% la proporción del territorio nacional dedicado a la
protección y la conservación.
Lamentablemente,
el procedimiento para declarar una zona como área protegida no siempre ha
seguido un protocolo científico, es decir, riguroso y sistemático. En ocasiones,
se han realizado este tipo de asignaciones a partir de enfoques basados
en la silvicultura y la producción de agua, solamente. En otros casos, los
estudios realizados han sido de alcance limitado, como se evidencia en el Análisis de Vacíos antes mencionado. Incluso, figuras públicas con
vínculos cercanos a los tomadores de decisión han promovido y conseguido la denominación
de un territorio como área protegida, sin contar con documentación técnica
debidamente fundamentada que la justifique.
Lo
que sí se ha mantenido constante en el tiempo son las causas de las amenazas y
las fuentes de presión como factores que perpetúan los impactos negativos sobre
los objetos de conservación; todo esto
agravado por la complicidad de
algunos servidores públicos y una débil institucionalidad que no decide ni
sanciona de manera oportuna.
Bibliografía
1. The Nature
Conservancy. Esquema de las cinco S para la conservación de sitios.
Manual de planificación para la conservación de sitios y la medición del
éxito en conservación. Arlington : TNC, 2000. pág. 65.
2. Corporación PPCh. Parques para Chile. [En línea]
PPCh. [Citado el: 3 de julio de 2014.]
http://www.parquesparachile.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=53&Itemid=80.
3. García Cartagena, Carlos M. Los servicios del
ecosistema. [Blog] Santo Domingo, DN, RD : s.n., 2012. La esquina
del buen ambiente.
4. Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Reingeniería del Sistema Nacional de Áreas Protegidas a fin de lograr su
sostenibilidad financiera. Santo Domingo : s.n.
5. Domíngez, E. y Grasela, K. y Núñez, F. Análisis
de Vacíos de Representación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP)
de la República Dominicana. Santo Domingo, República Dominicana :
s.n., 2008. Informe Técnico Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos
Naturales.
6. Poder Ejecutivo. Dec. No. 571-09 que crea varios
parques nacionales, monumentos naturales, reservas biológicas, reservas
científicas, santuarios marinos, refugios de vida silvestre y establece una
zona de amortiguamiento de 300 metros alrededor de todas las unidades. Santo
Domingo : s.n., 2009.
[1]
Beneficios que la
naturaleza proporciona, de los cuales dependemos, que se perciben como
utilidades. Disponibilidad de agua,
fertilidad y creación del suelo, polinización, crecimiento y reproducción de
especies comestibles, mitigación de tormentas, asimilación de desechos,
regulación climática y control de plagas, belleza escénica y valores
culturales, afectivos o espirituales son ejemplos de servicios ecosistémicos.
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