De acuerdo con el informe del Banco Central sobre
el desempeño de la economía, durante el 2014, la República Dominicana registró
el mayor crecimiento económico de América Latina con un 7,3%, medido a través
del incremento del Producto Interno Bruto (PIB).
El informe destaca la variación positiva del 20,3%
en la explotación de minas y canteras, de un 4,4% en la agropecuaria, 13,8%
para la construcción, así como un incremento del 4,7% en el sector de energía y
agua. En lo que se refiere a hoteles, bares y restaurantes, el incremento
respecto al año anterior fue de 7,5% (1). Todas estas actividades tienen en común que se
basan en la extracción o el aprovechamiento de nuestros recursos naturales.
Desde esta perspectiva, el crecimiento de la
economía, está condicionado por la disponibilidad de estos recursos y la
capacidad productiva de los ecosistemas, pues el flujo de materiales depende no
solo de factores económicos (tipos de mercado y precios) sino también de los ciclos
impuestos por la naturaleza (2).
“La fuerte dependencia de la economía nacional en
la exportación de materia prima y productos agrícolas tiene un impacto negativo
en el medio ambiente”(3). Basar el éxito
económico en un crecimiento indefinido conduce a un mayor consumo de energía y
materiales, así como a una mayor generación de residuos y emisiones contaminantes.
La base material en la que se sustenta nuestro
crecimiento económico impone un límite físico, los impactos ambientales a causa
de malas prácticas de producción son evidentes y tienden a agudizarse por
efecto del cambio climático.
El modelo de producción que empuja este tipo de crecimiento propicia la
transferencia de cargas de recursos financieros, fiscales, sociales y
ambientales a las futuras generaciones. Reduce, además,
el inventario de activos naturales y los servicios que los ecosistemas proveen
a la sociedad. El desempeño económico
del país ha sido sostenido pero no es sostenible.
El uso del capital
natural resulta esencial para nuestra economía, es lamentable que no esté
lo suficientemente visibilizado. Su
progresiva disminución nos puede llevar a un escenario de racionamiento del
agua y de los alimentos frescos, lo que estimularía la especulación y el
surgimiento de nuevos mercados que un Estado cada vez más debilitado no podrá
regular. Sin mencionar los problemas sociales que esta situación podría
generar.
La obsesión por el crecimiento económico indefinido
es un error (4). La riqueza
generada por este modelo, durante décadas, tampoco ha servido para mejorar
nuestros indicadores de desarrollo humano.
Necesitamos una transformación económica y política
apoyada por una sociedad consciente, cuestionadora del modelo que nos ha metido
en este atolladero, que presione a líderes y representantes exigiendo un cambio
de rumbo enfocado a la puesta en práctica de soluciones para el bien común.
Bibliografía
1. Banco Central de la República
Dominicana. Resultados preliminares
de la economía dominicana,
enero-diciembre 2014. Banco Central de la República Dominicana. Santo Domingo :
s.n., 2015. pág. 65, anual.
2. García Cartagena, Carlos. El crecimiento económico desde una perspectia medioambiental. Santo Domingo,
D.N., República Dominicana : s.n. La esquina del buen
ambiente.
3. Ministerio
de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Reingeniería del Sistema
Nacional de Áreas Protegideas a fin de lograr su sostenibilidad financiera.
www.undp.org. [En línea]
[Citado el: 12 de marzo de 2015.]
http://www.undp.org/content/dam/undp/documents/projects/DOM/00057818_Prodoc%20Reingenieria%20SINAP%20Full%20Size.pdf.
4. “El sistema capitalista que tenemos ha
causado el cambio climático”.
El Ciudadano. electrónica,
15 de diciembre de 2014.
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