Las personas
dedicadas a la conservación de la biodiversidad, a menudo necesitan tomar
decisiones sobre cuánto, dónde y cuándo invertir los escasos recursos
financieros que gestionan.
En 1993,
la Asamblea General de las Naciones Unidas, respondiendo a la recomendación
hecha durante la Cumbre de la
Tierra, celebrada en Río de Janeiro, Brasil en 1992, designó el 22 de marzo como el Día Mundial del Agua, para llamar la
atención sobre la importancia del agua dulce y la defensa de la gestión
sostenible de este recurso(1).