Los servicios del ecosistema

Los servicios ecosistémicos que nos brinda la naturaleza y de los cuales dependemos, no son procesos permanentes en el tiempo. Las actividades desarrolladas para satisfacer nuestras necesidades sociales, sanitarias, recreativas o industriales, alteran la capacidad de los ecosistemas para proveer esos servicios y pueden acabar perdiéndose debido a una gestión deficiente del territorio o por cambios de uso del suelo. 

La disponibilidad de agua, fertilidad y creación del suelo, polinización, crecimiento y reproducción de especies comestibles, mitigación de tormentas, asimilación de desechos, regulación climática y control de plagas son ejemplos de servicios ecosistémicos. 

Estos beneficios que la naturaleza proporciona a los seres humanos se perciben como utilidades a las que no damos una estimación monetaria; frecuentemente, no tienen valor de mercado aunque influyen en el mantenimiento de la vida, generando bienestar a las personas y comunidades.

A finales de los 90, un grupo de ecologistas y economistas estadounidenses1 trabajaron de manera conjunta para asignarle un valor a los servicios de la naturaleza.  El resultado fue inquietante.  El valor estimado representaba el doble del producto nacional bruto global de ese entonces, en EEUU.

La evaluación de los ecosistemas del mileno agrupa los servicios ecosistémicos de la siguiente manera:

Servicios de soporte Servicios de provisión Servicios de regulación Servicios culturales
Biodiversidad Alimento regulación de gas belleza escénica
Ciclo de nutrientes materias primas regulación del clima recreación
Formación de suelo recursos genéticos prevención de disturbios información cultural y artística
Producción primaria recursos medicinales regulación de agua información espiritual e histórica
polinización recursos ornamentales provisión de agua ciencia y educación
control biológico

tratamiento de desechos


 Lamentablemente, esta realidad es poco entendida en nuestro país, en general. Desde habitantes de zonas rurales, que viven de su entorno, hasta tomadores de decisiones e importantes políticos e inversionistas, no manejan ni la información necesaria, ni el enfoque adecuado para visualizar esta realidad. Por ende, no se destina la inversión adecuada para conservar y mantener los servicios y no está internalizada en el precio de los bienes y servicios que se ofrecen.

La falta y la degradación de servicios ecosistémicos implica pérdida de medios de vida, amenazas a la salud y aumento de la vulnerabilidad de la población e incide en el cambio climático. Los servicios hidrológicos que ofrecen los bosques son raramente valorados, hasta que los efectos de la deforestación se presentan en forma de inundaciones y pérdida de la calidad del agua.

Conservar los ecosistemas para que continúen proporcionando estos beneficios se vuelve una prioridad. De ahí, la urgencia de revisar los patrones actuales de uso y consumo de los recursos de que disponemos. Esto tiene además un objetivo estratégico de contención, frente a un futuro no muy lejano, en la medida en que aumenten los precios de los alimentos, se expandan los centros urbanos, se incremente la demanda de agua y se acumulen los impactos del cambio climático.

Debemos comprender y valorar en términos económicos los bienes y servicios que ofrecen los ecosistemas, como una estrategia para promover la conservación, ya que al tener una estimación económica se pueden aplicar métodos de análisis, como el de costo beneficio, costo efectividad o análisis de riesgo. 
 
Algunos países han optado por aplicar un esquema de pago por servicios ecosistémicos (PSE) o servicios ambientales (PSA) el cual plantea un nuevo paradigma de conservación. El esquema de PSA, es una realidad en países de la región, como México, Costa Rica, Guatemala y Ecuador, en los cuales este mecanismo ha permitido generar entradas adicionales a favor de los usuarios de terrenos marginales con bajos ingresos y costos moderados para la conservación.

En ese sentido, incluirlos como parte de la inversión en infraestructura de la economía nacional es lo pertinente, ya que son un insumo crítico para el crecimiento económico.

Existe un consenso más o menos generalizado de que el cuidado de los recursos naturales debe ser un trabajo activo de todos los entes sociales. La controversia surge al preguntar ¿quién debe pagar por mantener e incrementar la calidad ambiental?

La nueva Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo plantea afrontar esta situación mediante la consolidación de un sistema de información ambiental que incluya la valoración de los recursos naturales en las cuenta nacionales estableciendo prioridades de inversión pública en función de la sostenibilidad ambiental.
1 Costanza, R., D´Arge, R., De Groot, R. y colaboradores, 1997 citados por Herbert T, Vonada R, Jenkons M, y Bayon R. Fondos Ambientales y Pagos por Servicios Ambientales; Proyecto de capacitación de RedLAC 2010.

1 comentario:

  1. El balance final de la evaluación de los ecosistemas del milenio es que la actividad humana está ejerciendo una presión tal sobre las funciones naturales de la Tierra que ya no puede darse por seguro que los ecosistemas del planeta vayan a mantener la capacidad de sustentar a las generaciones futuras. Al mismo tiempo, la evaluación muestra que, con las acciones apropiadas, es posible revertir la degradación de muchos servicios de los ecosistemas en los próximos 50 años, pero que los cambios requeridos en las políticas y en la práctica son sustanciales y no están en curso en la actualidad.
    http://www.millenniumassessment.org/es/About.aspx#2

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