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Producir o consumir

Con nuestras compras enviamos un mensaje no solo de preferencia sobre un producto, sino que incidimos también en las empresas que los fabrican y con ellas, en sus procedimientos, su cadena de suministros, el ciclo de vida de esa mercancía y su impacto sobre el medioambiente.  No obstante, cuando vamos de compra, nuestras decisiones se basan en emociones imprecisas o en estímulos como rebajado, mejorado, nuevo modelo, bajo en grasas, etc.

 El alud de publicidad que nos llega por diferentes medios, produce una confusión sensorial que hace a las personas pasar de ciudadanos, a consumidores autómatas que repiten rutinas preestablecidas. Inadvertidamente caemos en una inercia cognitiva que nos empuja a preferir ciertas marcas por su precio, forma, aroma o cualquier otra sensación.

Ignoramos el impacto de nuestras compras; apenas y nos percatamos de los ingredientes peligrosos que contienen determinados productos y que pudiesen tener consecuencias negativas para la salud; desconocemos los costos e impactos ambientales (huella de carbono; riesgos biológicos y consecuencias sobre quienes participaron en su elaboración).  Pasamos por alto los sutiles cambios ecológicos que nos advierten de un peligro inminente debido a la degradación del capital natural.

Si los consumidores tuviéramos la posibilidad de expresar nuestras preferencias por productos más sostenibles, seguros y humanos.  Las empresas se verían motivadas a revisar sus materiales y procedimientos para disminuir el riesgo y desarrollar mejores alternativas.

Las tecnologías de información y comunicación nos brindan esta oportunidad al permitirnos compartir información sobre empresas cuyas prácticas industriales son cuestionables desde el punto de vista social o ambiental. Los clientes ya no somos individuos aislados, solitarios y mudos; esta realidad provoca un despertar individual y facilita el establecimiento de una conciencia colectiva que debe ser apoyada.

Debemos tener presente que son nuestras compras las que activan la economía.  Cuando la acción del consumidor se organiza, puede favorecer un determinado sector o canalizar el descontento sobre los productos que le desagradan. En este último caso, no comprar un artículo o mercancía determinada, es una estrategia más rápida y eficaz que la regulación.  Las empresas no se preocupan por cambiar hasta que no lo hacen sus clientes.


Bibliografía:

Goleman D. (2009) Inteligencia Ecológica. (1ª edición) Barcelona, Ed. Kairós

Banco Mundial. Contabilidad del capital natural. Recuperado el 28 de febrero de 2013 de http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/TOPICS/EXTSDNET/0,,contentMDK:23190063~pagePK:64885161~piPK:64884432~theSitePK:5929282,00.html

Colombia. Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. Política Nacional de Producción y Consumo Sostenible.  Bogotá D.C. Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. 2010 pp 7. Recuperado el 4 de marzo de 2013 de http://www.minambiente.gov.co/documentos/normativa/ambiente/politica/polit_nal_produccion_consumo_sostenible.pdf

1 comentario:

  1. Saludos Carlos, Existe una dicotomía clasico en el artículo. El individuo compra de acuerdo a la utilidad o satisfacción generado con relación al costo. En términos economicos, pagar los costos de las externalidades mencionados es dificil para una compania en un mundo globalizado. Para incluir los costos de las externalidades en el marco del precio del bien, estados conscientes utilizan impuestos o cuotas. Ese medida le pone al vendedor en una desventaja en comparacion a aquellos estados donde no reconocen dichos costos y no los incluyen en el marco del precio. En fin, el pecador resulta mas atractivo en el mercado. Este concepto tiene mayor impacto en bienes con alta elasticidad, y no tanto en bienes con poca elasticidad. Lamentablemente, las cosas que no llenan los vetederos, como pañales plásticos, son generalmente del grupo anterior. Saludos

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