Hasta hace solo unas décadas, las repercusiones de la actividad
económica sobre el medio natural no se tomaban en cuenta. La evidencia no obstante, obligó a admitir
que el crecimiento económico conlleva un deterioro de la naturaleza y una
inexorable pérdida de sus recursos.
El progresivo menoscabo de la calidad del medio ambiente, obligó a
los países con economías industrializadas a adoptar legislaciones de protección
ambiental. Eventualmente, la firma de acuerdos de libre comercio con otros países
ha obligado a los Estados signatarios a establecer un marco legal equiparable
que con mayor o menor éxito contribuye a reducir la contaminación en sectores
particulares.
Los cambios impuestos por la adopción de leyes y normativas de
protección ambiental cuestan dinero pues implican procesos administrativos,
control de vertidos, tratamiento de residuos, instalación de catalizadores,
etc.
Este nuevo escenario exige una mentalidad empresarial diferente que no perciba que cumplir con los estándares y límites establecidos[1] sea una carga impuesta por el Estado sino que se cumple con un deber social que no necesariamente repercute en los beneficios financieros de la empresa.
La dinámica de producción y consumo de bienes y servicios acarrea consigo costos ambientales que se definen como el valor económico asignado para tratar de cuantificar los efectos negativos (externalidades) que una determinada actividad productiva tiene para la sociedad.
Asignar costos ambientales a las mercancías, permitiría evidenciar que un producto en particular es responsable de generar muchos más residuos tóxicos que otros; también sería posible reflejar de mejor manera, el valor de los recursos que han sido empleados para la elaboración de un producto, lo que podría determinar si el producto es rentable o no.
Las empresas y los consumidores, deberían incluir los costos ambientales dentro de su contabilidad para mantener no sólo la viabilidad del sistema económico sino también la propia existencia humana. Desafortunadamente, las externalidades no se contemplan y en el mejor de los casos se infravaloran.
La venta de un bien a un precio inferior al de su costo marginal de producción se conoce como dumping[2] esta práctica desplaza la competencia y amplia el control del mercado abriendo paso a un monopolio. Por estas razones, la mayoría de los países cuentan con leyes antidumping.
Extrapolando este concepto al plano ambiental, podemos afirmar que al no contabilizar las externalidades y utilizar el medio ambiente como tablero para abaratar los costos; las empresas incurren en un dumping ecológico pues al no considerar la huellaecológica se imputan menores costos de producción resultando en una competencia desleal frente a quienes si lo consideran.
Ciertamente, las empresas que cuentan con procesos productivos de bajo impacto, que utilizan materia prima limpia, desarrollan productos duraderos, reutilizables, de bajo consumo energético y fácilmente biodegradables o reciclables; operan en condiciones desiguales en comparación con aquellas que no toman en cuenta la protección al medio ambiente en su proceso de producción y distribución. Las reglas de juego del actual modelo político económico, no fomentan ni los proyectos ni los negocios que favorecen el bien común.
Es por eso que aunque el cuidado de la naturaleza y el respeto por el medio ambiente, se han insertado en el discurso de políticos y empresarios, estos temas aun no forman parte del núcleo del sistema político económico y permanecen en la periferia como un simple “matiz ambiental”.
Este nuevo escenario exige una mentalidad empresarial diferente que no perciba que cumplir con los estándares y límites establecidos[1] sea una carga impuesta por el Estado sino que se cumple con un deber social que no necesariamente repercute en los beneficios financieros de la empresa.
La dinámica de producción y consumo de bienes y servicios acarrea consigo costos ambientales que se definen como el valor económico asignado para tratar de cuantificar los efectos negativos (externalidades) que una determinada actividad productiva tiene para la sociedad.
Asignar costos ambientales a las mercancías, permitiría evidenciar que un producto en particular es responsable de generar muchos más residuos tóxicos que otros; también sería posible reflejar de mejor manera, el valor de los recursos que han sido empleados para la elaboración de un producto, lo que podría determinar si el producto es rentable o no.
Las empresas y los consumidores, deberían incluir los costos ambientales dentro de su contabilidad para mantener no sólo la viabilidad del sistema económico sino también la propia existencia humana. Desafortunadamente, las externalidades no se contemplan y en el mejor de los casos se infravaloran.
La venta de un bien a un precio inferior al de su costo marginal de producción se conoce como dumping[2] esta práctica desplaza la competencia y amplia el control del mercado abriendo paso a un monopolio. Por estas razones, la mayoría de los países cuentan con leyes antidumping.
Extrapolando este concepto al plano ambiental, podemos afirmar que al no contabilizar las externalidades y utilizar el medio ambiente como tablero para abaratar los costos; las empresas incurren en un dumping ecológico pues al no considerar la huellaecológica se imputan menores costos de producción resultando en una competencia desleal frente a quienes si lo consideran.
Ciertamente, las empresas que cuentan con procesos productivos de bajo impacto, que utilizan materia prima limpia, desarrollan productos duraderos, reutilizables, de bajo consumo energético y fácilmente biodegradables o reciclables; operan en condiciones desiguales en comparación con aquellas que no toman en cuenta la protección al medio ambiente en su proceso de producción y distribución. Las reglas de juego del actual modelo político económico, no fomentan ni los proyectos ni los negocios que favorecen el bien común.
Es por eso que aunque el cuidado de la naturaleza y el respeto por el medio ambiente, se han insertado en el discurso de políticos y empresarios, estos temas aun no forman parte del núcleo del sistema político económico y permanecen en la periferia como un simple “matiz ambiental”.
Bibliografía:
García-Almonacid P. Internatura.
Recuperado el 1º de amrzo de 2013 de http://www.internatura.org/opinion/dumping.html
Rodríguez
Carmona A. el dumping ecológico: el papel de las medidas comerciales.
Recuperado el 1º de marzo de 2013 de http://eprints.ucm.es/6592/1/9432.pdf
Ebensperger K. El Mercurio. Tertulia política (7 de
septiembre de 2010) Energías y dumping ecológico. Recupeado el 1º de marzo de 2013 de: http://tertuliapolitica.bligoo.com/content/view/986881/Energias-y-dumping-ecologico.html#.UTFSiDfmCEY
Cruz Barney
O. (15 de diciembre de 2006) La Naturaleza del llamado dumping ecológico
Instituto de investigaciones jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) Recuperado el 26 de marzo de 2013 de
[2] El dumping lo puede realizar una
empresa o puede ser resultado de subsidios gubernamentales. Se aplica también en el mercado interno entre productores de un mismo
país. Por estas razones, la mayoría de los países cuentan con leyes
antidumping.
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