A principios de este mes, una multitud de ciudadanos se congregó frente al Parque Indepenencia de la ciudad de Santo Domingo en lo que ellos denominaron un “encuentro
patriótico” para apoyar la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional que
entre otras cosas establece que; a los nacidos en el país, hijos de padres
extranjeros indocumentados, no les corresponde la nacionalidad dominicana.
La sentencia para bien o para mal, hay que acatarla; su efecto se circunscribe al ámbito jurídico, pero su aplicación genera un conflicto moral y filosófico que dificulta su cumplimiento pues choca con factores sociales, culturales y políticos.
Producto de esta sentencia,
la nacionalidad se ha escindido de la identidad nacional.
El Tribunal Constitucional ha definido el concepto de nacionalidad desde
la perspectiva jurídicopolítica, vinculándola a la autoridad estatal mediante
un documento emitido por la Junta Central Electoral (JCE).
La identidad nacional por su parte, es una condición social, cultural y
espacial que puede existir sin estar amparada por un documento legal.
Generalmente, las personas cuentan con los papeles que acreditan una condición acorde
a este sentimiento y así, ambas coexisten y se vinculan de manera tan armónica
que dan la impresión de ser lo mismo.
La simbología de la identidad nacional proporciona además, un sentido de
pertenencia que puede ser asimilado por los que llegan de otras costas. Así, quienes han aprendido a amar este país,
se consideran y en sus círculos cercanos pueden ser considerados tan dominicanos,
como los que hemos nacido y crecido en esta tierra. A fin de cuentas, el
trabajo tesonero de todos es lo que trae progreso y bienestar a la nación.
El veredicto de la corte también ordenó realizar un proceso de
“regularización” de los expedientes del registro civil a partir del 1929, para
eventualmente, dotar a los afectados de una documentación acorde al estatus que
determine la investigación.
Con este fallo, cuatro generaciones de ciudadanos, en su mayoría
dominicanos de ascendencia haitiana, se verán sometidos al incómodo proceso de
tener que hurgar en un pasado del que sus mayores decidieron desligarse para
iniciar aquí una nueva vida.
Partiendo de un punto tan lejano en el tiempo, es altamente probable que en la mayoría de los casos, las personas
pasen de ser nacionales, a ser considerados extranjeros en su propia
tierra. Si la patria es un sentimiento,
¿cómo reaccionar ante esta paradoja?
Hace 84 años, la población del país rondaba el millón de habitantes, hoy
somos 10 veces más. La primera encuesta nacional de inmigrantes (ENI-2012),
dada a conocer en mayo de este año, arrojó el dato de que en el país viven unos
524.623 extranjeros que equivalen al 5,4% de la población nacional. Las cifras
oficiales dadas a conocer por la JCE, indican que 24.392 personas fueron
registradas con un documento no válido.
Cuanta contradicción, desconcierto y desamparo deben sentir aquellos
nacidos aquí al ver cómo determinados grupos, le endosan otra
nacionalidad. Para colmo, sus documentos
de identidad han perdido validez a pesar de haber sido expedidos por la
autoridad competente.
Los que alzan la voz pidiendo la construcción de muros en la frontera,
deben entender que la aplicación a rajatabla de lo dispuesto por el Tribunal
Constitucional es imposible. La dominicanidad no se puede modificar ni anular
mediante un procedimiento administrativo.
La intolerancia demostrada en manifestaciones como la del lunes 4 de
noviembre, podría ser contraproducente. La postura radical adoptada por estos
grupos, plantea el desarraigo y pretende obligar a un grupo de personas a vivir
una cultura diferente a la que conocen y con la que se identifican.
Una posible reacción ante semejante presión social y emocional, podría ser
el surgimiento del primer grupo de ciudadanos que se vean en la necesidad de
abrazar dos banderas como suyas. El
pabellón tricolor donde nacieron y han crecido; y la que se les pretende
imponer.
Los 24.392 dominicanos que se encuentran en esta situación, necesitan de
manera urgente, información y orientación sobre las posibles opciones que les
permita resolver la crisis existencial que ha generado la separación fáctica de
su identidad nacional con respecto de su nacionalidad.
El hecho de que el 56,05% de los casos implique a descendientes de
haitianos, da un matiz discriminatorio que, por no haberse gestionado de forma
oportuna y adecuada ha perjudicado internacionalmente la imagen del país. En
esta ocasión, el gobierno se ha visto obligado a lanzar una ofensiva
diplomática a favor de la disposición pero lamentablemente, el daño ya está
hecho.
Todo esto me trae a la memoria el verso que dice: “Ayer español nací, en la
tarde fui francés, a la noche etíope fui, hoy dicen que soy inglés, no sé qué
será de mí”. Estas palabras parecen
haber cobrado nueva vigencia.
Bibliografía:
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nacionalidad y piden muro en la frontera. Periódico El Caribe. Recuperado el 5 de noviembre de 2013 de http://www.elcaribe.com.do/2013/11/05/grupos-patrioticos-piden-construir-muro-frontera
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inmigrantes. Periódico Acento recuperado el 7 de noviembre de 2013 de http://www.acento.com.do/index.php/news/76337/56/Republica-Dominicana-pais-de-emigrantes-mas-que-de-inmigrantes.html
Oficina Nacional
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de Población y Vivienda 2010. Santo Domingo. p.16
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noviembre de 2013) Según JCE 24,392 nacidos en el país están de forma
irregular. Periódico Acento. Recuperado el 7 de noviembre de 2013 de http://www.acento.com.do/index.php/news/134745/56/Segun-JCE-24-392-nacidos-en-el-pais-estan-de-forma-irregular-en-RD.html
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