Nos movemos hacia nuevos modelos de Estado y
sociedad en el que se hace necesario una profunda reflexión sobre el concepto
de democracia así como una revisión del sistema de valores que condiciona
nuestra conducta.
Vivimos inmersos en un entorno contradictorio que en teoría se basa en los principios de justicia, igualdad, respeto y solidaridad mientras que en la práctica promueve el egoísmo, la codicia, el engaño, el abuso, el odio y el miedo. Esta situación genera un conflicto permanente cuyo efecto sobre las personas produce dos tipos de reacción, pasiva o activa.
Pasiva, por la ciudadanía que permanece indiferente y apática, que no se involucra o que simplemente, no le
interesa asumir posiciones y comprometerse.
Activa, la gente que se hace escuchar e incide en las decisiones que
afectan su vida de diversas maneras y en diferentes niveles.
A estas alturas del siglo XXI, nos vemos
obligados a interactuar con organizaciones diseñadas en el siglo XIX que reproducen un esquema de pensamiento retrógrado,
y algunas son cada vez más onerosas, como los partidos políticos.
La
participación en la politiquería (no en la política), es cada
vez más costosa producto de la
connivencia entre agentes económicos y sociales propios del clientelismo, lo
que resulta en detrimento de la
institucionalidad y el Estado de derecho.
En principio, podemos elegir nuestras autoridades,
sin embargo, estamos totalmente excluidos del proceso mediante el cual éstas toman las decisiones que nos afectan como
colectivo. En una época en que las barreras de acceso a la información, prácticamente,
han sido superadas, y las tecnologías de la comunicación nos
permiten participar en cualquier conversación global, se espera que nos
conformemos con ser simples receptores.
Es inevitable el
conflicto entre un sistema político con una creciente incapacidad de representación
y una sociedad cada vez más necesitada y frustrada por esa situación. Los partidos políticos, a través de sus congresistas,
toman decisiones para provecho particular en lugar de aprobar leyes para el
desarrollo nacional.
La democracia no es un asunto de votar una vez cada
cuatro años. Se trata, entre otras cosas, de poder elegir a aquellas personas capaces
de administrar la cosa pública para el bien común. La situación actual de
crisis, especialmente de valores, significa un peligro de pérdida de derechos; a
estar informado, a decidir, a disfrutar del beneficio de una buena
administración pública. Es por ello que debemos preguntarnos ¿qué tipo de instituciones
necesitamos reinventar para la sociedad de este siglo?
Bibliografía:
Congreso Nacional. 2010. Constitución Política de
la República Dominicana. Gaceta Oficial
Nº 10561, del 26 de enero de 2010
Mancini, Pia. How
to upgrade democracy for the Internet era. [TED Talks] s.l.: Technology,
Entertainment, Design, octubre de 2014. Recuperado
el 25 de marzo de 2015 de http://www.ted.com/talks/pia_mancini_how_to_upgrade_democracy_for_the_internet_era/transcript?language=en
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