Los seres
humanos consumimos entre 1.500 y 3.000 Kcal/día dependiendo de la
actividad que realizamos, del tipo de sociedad en la qué vivimos y
de las preferencias nutricionales de cada persona. Esta energía es
proporcionada por los alimentos que ingerimos.
Una mala
alimentación afecta negativamente la salud. Algunas condiciones
médicas como hipertensión, diabetes, asma, osteoporosis, caries,
estreñimiento e incluso algunos tipos de cáncer, son producto de
una dieta inadecuada. Cada día, mas personas se preocupan por su
salud y reconocen la importancia de una alimentación sana y
balanceada.
Gran
parte de la población también es consciente de que el estado del
medio ambiente es fundamental en la determinación de la calidad de
vida. Por eso, muchos ciudadanos suelen preocuparse por este tema y
se interesan por saber qué pueden hacer para proteger y conservar un
ambiente sano.
No
obstante, no hay mucha consciencia del impacto ambiental que tienen
algunas actividades cotidianas como nuestros hábitos alimenticios y
es que lo que hagan más de 7.000 millones de personas, es relevante
para la sostenibilidad del planeta.
Detrás
del sistema alimentario, encontramos inmensas áreas de monocultivos;
procesos industriales de elaboración, envase y refrigeración, así
como métodos de transporte y cocción que suponen un consumo notable
de energía y materiales. A esto hay que
agregar que sólo en Europa, se tira a la basura, la mitad de los
productos alimenticios que son parte del flujo comercial. Por otro
lado, el uso masivo de plaguicidas que contienen tóxicos llamados
compuestos orgánicos persistentes los cuales, una vez absorbidos por
los seres vivos, son retenidos y acumulados en el organismo.
La
producción agropecuaria, tiene un carácter estratégico por su
trascendencia en términos sociales, económicos y medio ambientales.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y
la Alimentación (FAO), el sector ganadero emitió en 2006, más
gases de efecto invernadero que el sector del transporte (medido en
su equivalente en CO2) siendo además, la principal fuente
de degradación de los suelos y del agua.
La
cría industrializada de animales, junto con una intensa y constante
campaña publicitaria, han creado una demanda artificial por encima
de las necesidades reales de alimentación. Adquirir unos
hábitos alimentarios saludables sin sucumbir a la propaganda, no
solo nos beneficia en lo personal sino que puede contribuir en gran
medida a proteger nuestro medio ambiente.
Como
consumidores, tenemos el poder de elegir cómo deseamos alimentarnos.
No comprar determinados artículos, es enviar al mercado un mensaje
rotundo y persuasivo de que no se desea apoyar los métodos de
producción que son perjudiciales. Sin embargo, el hecho de que el
40,7% de la población dominicana viva en condiciones de pobreza,
obliga a un abordaje diferente de esta lógica.
A fin de
reducir nuestro impacto ambiental debemos potenciar el consumo de
productos frescos (frutas, víveres y vegetales) esto ayuda a reducir
el uso de envases y embalajes disminuyendo además, el consumo de
energía, al requerir un menor uso de cámaras frigoríficas.
Se debe
preferir el consumo de productos locales y de temporada pues reducen
la emisión de gases efecto invernadero al evitar largos circuitos de
transportación.
Optar de
manera preferente por cultivos o productos orgánicos ya que utilizan
técnicas agronómicas que evitan el uso de insumos químicos
sintéticos como fertilizantes, pesticidas y antibióticos
con el objetivo de preservar el ambiente, mantener o aumentar la
fertilidad del suelo y proporcionar alimentos con todas sus
propiedades naturales.
Los
desafíos ambientales no conocen fronteras y sus impactos son tan
significativos, que deben ser atajados con urgencia. Cada acción
cuenta, las sugerencias planteadas no requieren elaborados proyectos
ni abultados presupuestos, solo voluntad y compromiso personal.
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