El discurso neoliberal vendió la idea de que el Estado es
una estructura ineficiente, plagada de burocracia, contradicciones y corrupción,
que además es incapaz de satisfacer las necesidades de los ciudadanos con la
suficiente responsabilidad y eficiencia (1)
En contraposición, la empresa privada se presenta como
referente de administración costo-eficiente, que por su naturaleza comercial y en
función del mercado, puede ofrecer bienes y servicios para satisfacer
necesidades de diversa índole con mucha mayor rapidez.
Con este pretexto, se impulsó un proceso de reformas
políticas, económicas y monetarias creando un nuevo marco legal que posibilitó
la venta de numerosas empresas públicas algunas incluso de sectores
estratégicos para la seguridad nacional.
Esto significó la privatización así como la flexibilización o la
desregulación de importantes áreas de la economía.
La expansión financiera generada por las transacciones de
compra-venta, y el hecho de que en el sector privado el parámetro de éxito sea
el beneficio monetario, condujeron a la especulación provocando que la
mentalidad financiera predomine sobre la producción o el comercio, obligando a gobiernos,
empresas y familias a actuar bajo la lógica y conveniencia del sector
financiero, e incluso a ser víctimas, alterando por completo el funcionamiento
de la economía (2).
La distorsión ha sido de tal magnitud, que algunas empresas
han optado por quebrantar las leyes, con prácticas como falsear la contabilidad
como vía para maximizar su rentabilidad.
La voracidad financiera abusa de la ciudadanía transformando
a las personas en números, eliminando su condición humana, endeudando, engañando
y discriminando perjudicando aún más a las que tienen menor nivel de ingresos. (1)
Esto produce una reconfiguración social que permite que un grupo reducido
acumule grandes riquezas (3), mientras que la gran mayoría se empobrece cada
vez más.
Este accionar está destruyendo costumbres socialmente útiles
y tradiciones ambientalmente sostenibles. Al mismo tiempo, está configurando un
nuevo sistema económico que tiene la dificultad creciente de encontrar nichos
donde obtener beneficios lo suficientemente jugosos.
Puede que la administración pública no sea la mejor, pero en
sectores sensibles como la sanidad o el suministro de agua potable, la privatización
es una peor opción.
Contraponer el sector público al privado resulta un falso
dilema. Lo que realmente importa es saber ¿qué tan democrático es el control
que tenemos sobre los recursos públicos de cara a satisfacer las necesidades de
la población? ¿Qué tipo de gestión se aplica para administrar esos recursos? (1)
La ineficiencia
de las empresas públicas se debe en parte a que sus balances financieros no
reflejan los beneficios sociales que estas aportan. Igualmente, existe la creencia generalizada
de que esos beneficios son gratuitos, cuando, es sabido que todos los servicios
públicos se pagan con los impuestos.
El Estado tiene, o debería tener, como primera
responsabilidad velar por el bienestar de todas y todos, creando leyes, y por
sobre todo, haciendo cumplir las normas que establecen límites e imponiendo
sanciones para regular los agentes económicos. De este modo, el Estado puede
cumplir con su principal función ser el ente administrador de las riquezas de
la nación para beneficio de la nación.
Referencias
1. Rodríguez,
Emmanuel. Privatización vs. expropiación. Fort Apache. Hispantv,
Madrid, 21 de febrero de 2014.
2. Canepa, Marco. ¿Mercado o Estado? Esta puede ser
la solución. El Definido. 20 de diciembre de 2013.
3. La financiarización de la economía mundial: hacia una
caracterización. García, Bibiana Medialdea y Martín, Antonio Sanabria.
33, Huelva : Revista de Economía Mundial, 2013, Revista de Economía
Mundial, pág. 34. ISSN: 1576-0162.
4. Gutierrez, Eduardo y Albarracín, Daniel.
Financiarización y economía real: perspectivas para una crisis civilizatoria.
[En línea] 2008. [Citado el: 20 de abril de 2015.]
http://www.vientosur.info/documentos/Financiarizacion.pdf.
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ResponderEliminar"¿Estado o mercado? Esa es la cuestión" es un dilema que no necesita resolverse, puede disolverse. Como se puede ver en los tres últimos párrafos de la nota Vean como el Pacto Eléctrico dominicano puede servir para empezar a cambiar la desigualdad en el mundo:
ResponderEliminarEn el centro de todas las crisis sistémicas, no solo la energética, está el dilema Estado-mercado, que se sigue manifestando, por ejemplo, en el reciente discurso Demócrata del Estado de la Unión del presidente Obama y la reacción contraria que recibió de los Republicanos. La parte Demócrata de ese dilema, que nace de la idea de que el Estado debe corregir la falla de los mercados, denota claramente cuan mediocres son esos mercados de la parte de los Republicanos. Tal dilema se disuelve con la llegada de los mercados sobresalientes, cuando cambiamos del sentido común del Fordismo corrompido por el Feudalismo, que induce dicho dilema, al sentido común del Jobsismo que lo disuelve.
Al cambiar de civilización esas fallas de mercado desaparecen con el desarrollo de mercados sobresalientes al implantar la escalabilidad del aprendizaje en Donde Sucede la Magia que sustituye la escalabilidad de la eficiencia que corresponde a la Zona de Comodidad. El resultado de tal desaparición elimina la justificación que tiene el Estado para intervenir los mercados e incurrir en consecuencia en las crecientes deudas que afectan a muchos Estados.
Es así como se disuelve también la necesidad dominicana del Pacto Fiscal, sirviendo de ejemplo al mundo para cambiar el capital financiero a corto plazo, con el capital productivo a largo plazo, con empresas que compiten con sabiduría en mercados sobresalientes. Igualmente la innovación institucional que lleva a la escalabilidad del aprendizaje sirve para reorientar el Pacto Educativo.